Museos no deben verse como entidades de élite: Ixchel Fuentes
Redacción/Xalapa. Los museos no deben verse como entidades de élite y en el caso particular del Museo de Antropología de Xalapa (MAX) de la Universidad Veracruzana (UV), se trata de un lugar para difundir el patrimonio y la identidad cultural.
De acuerdo con el propio MAX, su área de exhibición abarca 30 siglos, a través de las cerca de mil 150 piezas distribuidas en su espacio de exhibición permanente, más las que se encuentran en bodega.
El segundo museo más importante del país en su tipo, después del Museo Nacional de Antropología, cuenta con cuatro personas encargadas de la curaduría de las salas: Roberto Lunagómez Reyes, del acervo olmeca; Ixchel Fuentes Reyes, del huasteco, así como Omar Melo Martínez y Chantal Huckert, de las culturas del centro.
En entrevista para Universo, Roberto Lunagómez e Ixchel Fuentes destacaron los retos del discurso museográfico en la actualidad y la necesidad de superar la dinámica y papel que tenían en el siglo XIX.
“Aquí lo importante es formar consciencia de nuestro pasado. Quien no conoce su pasado tiende a repetirlo, por eso la importancia de su estudio. Quizá de todos modos cometamos los mismos errores y se sabrá su consecuencia, no seremos ignorantes ante los hechos que ha pasado la humanidad“, planteó Ixchel Fuentes.
El MAX es una entidad que preserva, conserva, exhibe, investiga y difunde una parte del patrimonio –porque hay patrimonio tangible así como intangible– y “es lo que nos da una identidad cultural”, de acuerdo con Roberto Lunagómez. Para él, la mejor manera de preservar el patrimonio es conociéndolo y dándole la importancia que realmente tiene.
Ante el argumento de que los museos se consideran entidades de élite y que a ellos no pueden acceder las clases menos favorecidas económicamente, debe haber alternativas.
Ixchel Fuentes Reyes, curadora del acervo huasteco
Ixchel Fuentes Reyes, curadora del acervo huasteco
En el caso del MAX, está el programa itinerante de divulgación científica “Un museo para todos”, cuyo objetivo es acercar a las comunidades rurales parte del acervo prehispánico que resguarda.
¿Qué se puede apreciar en el MAX?
Si se toma en consideración que los museos no son entidades de élite ni para un sector especializado en la materia, en el MAX se pueden apreciar huellas de la cotidianidad del pasado. En sí, de acuerdo con Ixchel Fuentes, es necesario diseñar estrategias para que la gente sienta “empatía con su pasado”.
Para ella, actualmente continúa el fomento al monumentalismo, “lo que atrae es el poder”, pero es necesario ver la otra parte, la que se vincula con la vida cotidiana y “visibilizar lo invisible”. Es decir, “visibilizar a las mujeres, los niños, homosexuales, personas con discapacidades –los hay, no los hemos sabido reconocer–. Hay que empezar; son retos para nosotros, es un trabajo que hacemos poco a poco y el primer paso es reconocer que hay que hacerlo”.
Es más, para Ixchel Fuentes, en términos museográficos todo parece determinado y sin cabida para un cambio, porque “no tan fácilmente –por ejemplo– mueves una cabeza colosal”.
Ambos plantearon que si bien no es fácil hacer cambios en las salas, sí en los guiones museográficos y las exposiciones temporales, en aras de romper la barrera elitista –que por ende aleja o no atrae a buena parte de la población– y fomentar que el conocer del pasado también es algo atractivo.
Para el curador del acervo olmeca también es necesario cambiar el discurso museográfico y que en él no predomine el léxico de la arqueología.
“Lo que debemos hacer –no sólo los que trabajamos en una institución como ésta– es difundir ese conocimiento, no nada más en publicaciones o artículos científicos –para nosotros mismos–, sino para el público en general”, dijo él.
Roberto Lunagómez Reyes, curador del acervo olmeca
Roberto Lunagómez Reyes, curador del acervo olmeca
Ella complementó que el reto para llegar a la sociedad no debe consistir en bajar el nivel académico, sino saber transmitir lo que conocen, como especialistas en arqueología.
Lo importante es generar un orgullo por la cultura mexicana, que es muy diversa, y superar las propuestas que iniciaron en el siglo antepasado: la idea de que en un museo se protege el patrimonio cultural, pasar a una nueva tendencia en función del aspecto social.
Es decir, “no protegerlo por lo que es –el asunto estético, su valor intrínseco, incluso económico–, sino por lo que significa para la sociedad –porque hay ejemplos de cómo determinadas piezas prehispánicas de culto han tomado un nuevo significado para las sociedades contemporáneas–”, remarcó Ixchel Fuentes.
“El museo tiene que romper esa dinámica de cuando se construyeron los primeros, en el siglo XIX, cuando el objeto era el artefacto por sí mismo. Hoy sabemos que la pieza debe tener una funcionalidad y tiene que ser dinámica, hay que inyectarle vida; en consecuencia, puede ser apropiada por nuestra vida contemporánea y adquirir un valor, un significado cultural”, añadió Roberto Lunagómez.
La civilización olmeca no se debe al cultivo del maíz
En un ejercicio de romper con el tradicional discurso museográfico, ambos invitaron a visitar el MAX y sobre las salas donde están los acervos a su cargo expusieron: en cuanto a la olmeca, se trata del acervo “clave” y que ha caracterizado a nivel internacional este museo universitario: las siete cabezas colosales, los tronos, el Señor de Las Limas, entre otros.
No obstante, “nuestra obligación es transmitir el conocimiento sobre cómo los olmecas se desarrollaron y fueron una de las primeras civilizaciones mesoamericanas”, refirió Roberto Lunagómez, así como desmitificar planteamientos que se tenían de esa cultura hace cuatro décadas, como la importancia del maíz y que con base en tal cultivo se desarrolló esa civilización.
“Hoy en día sabemos que cuando los olmecas ya eran una civilización, apenas estaban explotando el maíz, es decir, no fue una determinación en el grado de su desarrollo, hubo otras cosas.”
Además, debe transmitirse que se trató de un pueblo originario que tuvo tradiciones, ritos, sentimientos y enfrentó grandes problemáticas, incluso a nivel climático.
En la sala huasteca se pone en evidencia el empoderamiento que la mujer tenía en dicha sociedad prehispánica
En la sala huasteca se pone en evidencia el empoderamiento que la mujer tenía en dicha sociedad prehispánica
En tiempos de los olmecas, el cambio climático pudo haber sido una causa de su reintegración sociopolítica, “porque no se extinguieron, simplemente cambiaron de roles y se convirtieron en otras culturas o emigraron; en ese sentido, esa es la clave de la obra arqueológica que nosotros exhibimos en el museo”.
Para él, están comprometidos en dejar atrás la monumentalidad, lo estético y apropiarlo a la cultura veracruzana.
Las mujeres de la Huasteca tuvieron un papel importante
En la sala huasteca es posible ver que hay tradiciones de la época prehispánica que se mantienen hasta la actualidad: la cerámica, el trabajo en concha y la orfebrería, por ejemplo. Además, es posible ver estilos de belleza y cómo las fisonomías humanas van cambiando en algunos casos y en otros se conservan.
Un elemento a destacar de esa sala es que evidencia el empoderamiento de la mujer en dicha sociedad prehispánica, a diferencia de otras, como la olmeca, precisamente.
“Vamos a observar cómo se visibilizó a la mujer, porque no se trata sólo de hablar y decir que había mujeres, sino qué rol tenían en esa sociedad y cómo se ha conservado, si es que se ha conservado”, destacó Fuentes Reyes.
El MAX está abierto de martes a domingo, de 9:00 a 17:00 horas, aplicando los protocolos sanitarios ante la pandemia de Covid-19.
A manera de reiterar la invitación, Roberto Lunagómez habló del aspecto sensorial: “El gusto está en los sentidos y si algo te gusta visualmente es el hilo conductor hacia algo más allá. En ese sentido, la visita no sólo al MAX sino a cualquier museo me parece que es obligada, porque para eso se crearon, para ser conocidos y visitados”.
Mientras Fuentes Reyes comentó que el MAX se trata de un recorrido cultural, temporal y geográfico de Veracruz: “Cuando entren identifíquense en las piezas, véanse en ellas, no las vean como algo ya pasado o que sucedió hace miles de años, sino reconózcanse dentro de ellas –en los maíces representados, por ejemplo, que es lo que seguimos comiendo”.